Elaborado por: Dulce
Reyna Orozco
A nuestro país el café
llegó en 1790 y fueron Veracruz, Morelos, Michoacán y Oaxaca los primeros
estados donde se conoció. Actualmente los estados productores más importantes
son Chiapas, Veracruz, Oaxaca y Puebla aunque también se cultiva en Guerrero,
San Luis Potosí e Hidalgo y en países como Brasil, Colombia e
Indonesia.
Actualmente es uno de los sabores más distinguidos
alrededor del mundo ya que no importa si se consume frío,
caliente, con crema, con azúcar, con sabor extra, combinándolo con
licores etc., es la bebida más consumida independientemente de su lugar de
origen.
Con tan solo oler un buen grano de café, nos
hace abrir nuestros sentidos y sobre todo apreciar el efecto estimulante que
este nos brinda, sin embargo es importante consumirlo con moderación debido a
que la cafeína que forma parte del componente del café puede producir ansiedad
e insomnio.
La receta perfecta del café de olla por si solo
es exquisito, sus sabores y aromas nos trasportan a una nostalgia por nuestras
raíces mexicanas y costumbres ancestrales. Pero si se quiere crear una
atmósfera mexicana, que mejor pareja para acompañar el café de olla con unos
deliciosos tamales, un plato de mole poblano con arroz y frijoles refritos, unos
ricos sopes o unas quesadillas, un pozole o menudo bien calientito
Recuerdo que cuando era niña en las
comidas familiares, mi abuelo siempre decía: “Guarden su huequito para el pan y
el café”. Mi abuelo al ser mayordomo, preparaba siempre los postres y que decir
de su café de olla: cargado, demasiado caliente y sumamente dulce. Él afirmaba
que tomando diario dos buenas tazas de café, podía morir en paz aunque por su
trabajo no pudiera disfrutarlo como él quería se lo tomaba aun estando frío y
con nata.
Yo no soy tan amante del café, será porque
prefiero el sabor del té, aunque si considero que un café de
calidad, servido en una taza de barro se distingue en cualquier lugar del mundo por su cuerpo, aroma, acidez
y sabor.
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